Tras la muerte del presidente, Irán se prepara para votar en unas inciertas elecciones

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Irán se prepara para votar en unas inciertas elecciones presidenciales anticipadas el viernes sin que haya un claro candidato favorito, en medio del descontento popular por la situación económica y social.

Las elecciones anticipadas se celebran tras la muerte del ultraconservador presidente Ebrahim Raisí en un accidente de helicóptero junto con el ministro de Exteriores Hosein Amir Abdolahian y otras seis personas el 19 de mayo.

Los favoritos para alcanzar la presidencia son el presidente del Parlamento, el conservador Mohamad Baqer Qalibaf, el ultraconservador Saeed Jalili y el reformista Masoud Pezeshkian, a los que se suman otros tres candidatos con menos posibilidades.

Se trata de los candidatos aprobados por el Consejo de los Guardianes, órgano que supervisa las elecciones y que descalificó a otros 74 aspirantes. En estas elecciones ha permitido la presencia de un reformista -que buscan cierta apertura del país- a diferencia de en 2021.

El presidente iraní tiene capacidad de decisión en cuestiones nacionales y en menor medida en política exterior y de seguridad en Irán, donde el líder supremo, Ali Jameneí, ejerce de jefe de Estado con bastos poderes.

Escepticismo entre los votantes

En una serie de apariciones televisivas, debates y mítines los candidatos han prometido mejorar la economía, el fin de la corrupción e incluso más libertades como la eliminación de la censura en internet o el obligatorio velo.

Entre los votantes reina, sin embargo, el escepticismo y la apatía en medio de una renqueante economía lastrada por una inflación del 40 % y un devaluado rial.

A ello se suma una profunda desconfianza hacia la República Islámica por parte de muchos de los 85 millones de iraníes.

Varios miembros de su gabinete habrían muerto.

“No votaré porque no merece la pena. Solo es un teatro”, dice a EFE Maryam, una empleada de 30 años de una empresa farmacéutica de Teherán.

La mujer considera que los políticos “no tienen el poder para cambiar las cosas” en Irán y asegura que las elecciones se usan para mostrar que la República Islámica “tiene apoyo popular”.

Se lamenta de la situación económica y se queja del uso obligatorio del velo islámico, una cuestión candente desde la muerte en 2022 de Mahsa Amini tras ser detenida por no llevar bien puesto el hijab, lo que próvocó unas fuertes protestas.

Nuraní, una pensionista de 59 años y que en 2021 votó por Raisí, afirma que votará por Qalibaf por la labor que realizó como alcalde de Teherán entre 2005 y 2017.

“Le votaré porque hay que elegir entre el malo y el peor”, afirma en un mitin de Qalibaf, quien también fue general de la Guardia Revolucionaria y jefe de Policía del país, donde se ganó una reputación de mano dura.

Soheila, ama de casa de 58 años preocupada por la economía, no tiene aún claro si va a votar o no.

De entre los candidatos se decanta por Pezeshkian, médico, parlamentario desde 2008 y quien fuera ministro de Sanidad con el expresidente Mohamed Jatamí (1997-2005). Pertenece a la etnia azerí, la segunda más numerosa del país, donde suponen un 16 % de la población.

De hecho, Pezeshkian presenta su hipotético gobierno como un “tercer mandato” de Jatamí, el primer presidente reformista que insufló a Irán ciertos aires de apertura, y ha prometido mejorar las relaciones con Occidente y ha criticado la política del velo.

Qalibaf y Pezeshkian encabezan las falibles encuestas iraníes, seguidos de cerca por Jalili, un hipernacionalista de corte revolucionario más conservador que Raisí y crítico con el acuerdo nuclear de 2015. Los datos actuales apuntan a una segunda vuelta.

La apatía entre los 61 millones de votantes preocupa a la República Islámica, que otorga una gran importancia a la participación en las elecciones como muestra de su legitimidad y respaldo popular.

En las elecciones parlamentarias de marzo se registró la participación más baja en los 45 años de la República Islámica cuando solo un 41 % del electorado acudió a las urnas.

Así, Jameneí ha llamado a elegir con una alta participación a un presidente que crea en los principios de la Revolución Islámica de 1979.

En el extremo opuesto, la encarcelada premio Nobel de la Paz Narges Mohammadi calificó las elecciones como “ilegales”, y aseguró que no darán legitimidad a la “opresiva República Islámica”.